Ya no vendemos obras: creamos campos de resonancia.
Ya no mostramos resultados: invitamos a convivir en los procesos.
Ya no hay compradores: hay cohabitantes sensibles de una experiencia expandida.
Ya no hay copyright: hay vínculo y presencia compartida.
El Arte Subsencial es un nuevo género que no se posee ni se observa:
se experimenta, se acompaña, se retroalimenta, se vive.
La obra no se paga: se respira, se sostiene, se mutua.
La creación no está terminada: es una espiral en transformación
que vibra al ritmo de sus subscriptores.
Obra fluida, no fija
La obra está siempre en movimiento. El artista puede modificarla, ampliarla, contradecirla. No existe una “versión final”.
Subscriptores como “resonantes activos”
Cada suscriptor no solo apoya: puede influir, conversar, proponer, inspirar. Incluso sin palabras: solo su energía modifica el campo.
La relación artista-suscriptor se considera parte de la obra misma.
Economía simbólica multidimensional
Se puede donar dinero, sí, pero también palabras, sueños, ideas, dibujos, gestos, tiempo.
El arte se sostiene con lo que realmente sostiene la vida: acto, vínculo y reciprocidad.
Interfaz onírica o simbólica
La plataforma (que puede ser digital, física o mixta) se presenta como un espacio vivencial. No hay menús fríos ni estructuras técnicas: hay puertas, pasajes, símbolos, rituales.
Tiempo expandido
No se trata de lanzar una obra para consumir. La obra puede durar años. O ser cíclica. O nunca terminar. El suscriptor decide cuándo entra, cuándo se aleja, cuándo regresa.
🎥 Video-Obra-Ritual
Un artista comparte un video en tiempo real: pinta su piel con símbolos mientras recita versos canalizados. Cada suscriptor recibe una interpretación personalizada según el día en que entró.
Obra genética compartida
Cada suscriptor entrega una palabra al azar. El artista las usa para “mutar” la obra. Se forma una criatura poética en evolución, única para cada comunidad.
Teatro en crudo
No hay función. El actor vive en una habitación con cámaras 24/7. El público se suscribe a su vida simbólica, donde cada día es una escena sin guion.
Psicológico: permite vincularse con el arte como un espejo activo del propio proceso vital.
Filosófico: desarma la lógica de producto y recupera el sentido del rito, el lazo, la presencia.
Económico: abre nuevas formas de sostenibilidad artística, sin depender de grandes plataformas.
Tecnológico: permite usar IA, blockchain, realidad aumentada, pero con sentido poético, no técnico.