Pepe Chancleta y el Planeta de la Risa Estelar
En una galaxia donde los planetas giraban al ritmo de las emociones, había uno muy especial: el
Planeta Cósmico de las Carcajadas Dormidas. Era un lugar mágico que solía brillar con luces
danzantes, pero ahora todo estaba... gris. Las estrellas titilaban tristes y los árboles flotantes se
mecían en silencio, como si hubieran olvidado cómo reír.
Los sabios cósmicos del universo, preocupados por la tristeza que se esparcía como polvo estelar,
lanzaron una señal en forma de cometa de colores. Era un pedido de ayuda... a la única persona que podía recordarles cómo se ríe con todo el cuerpo y el alma: Pepe Chancleta.
Pepe Chancleta, que vivía en la Tierra con una sonrisa que parecía contener mil soles, sintió la llamada como un cosquilleo en el ombligo. “¡Es hora de liberar la risa del universo!”, exclamó dando un salto que lo llevó directo a una nave hecha de chistes reciclados y almohadones voladores.
Cuando aterrizó en el Planeta Cósmico, los habitantes flotaban en silencio. Algunos ni recordaban
por qué existía la alegría. Pepe Chancleta los miró con ternura y dijo:
—¿Saben lo que dijo una estrella a otra?
—¡No me eclipses con tu seriedad!
Un "je" se escapó de un árbol. Luego, otro. Pepe Chancleta hizo una mueca, luego otra, se estiró la cara como plastilina, caminó al revés, hizo voces de pato filósofo, de rana cantante, de elefante poeta. ¡Y entonces ocurrió!
Una chispa de risa. Luego una carcajada.
Luego una explosión de carcajadas que hizo temblar el planeta.
Las estrellas volvieron a brillar. Los ríos de luz cantaban. Y los niños cósmicos volvían a jugar con
burbujas de alegría. Pepe Chancleta se rió tanto que sus carcajadas se volvieron semillas. Donde caían, nacía un nuevo tipo de flor: la flor del “¡ja!”, que cada tanto se reía sola sin motivo.
Antes de partir, Pepe Chancleta dijo algo que quedó flotando en el aire como un eco de ternura:
"No hay nada más serio que aprender a reír con el corazón. Porque cuando uno se ríe de verdad... el mundo recuerda quién es."
Y así, con su cara desorbitada, su alma luminosa y un guiño hacia las estrellas, Pepe Chancleta salvó el universo... con su risa.